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Gil Imón de Mota (Baltasar)

   Fiscal del Consejo de Castilla y gobernador de Hacienda a principios del siglo XVII. Se casó con doña Leonor de la Vega, mujer de gran carácter, con la que tuvo tres hijas, doña Fabiana, doña Feliciana y doña Isabel. En la actualidad hay en Madrid una calle dedicada él, la que hace de travesaño entre el Paseo Imperial y la Ronda de Segovia.
Se cuenta que don Gil tenía tres hijas poco agraciadas físicamente y que, como buen padre, intentaba “colocarlas”. Por eso acudía con ellas a todas las fiestas a las que, en calidad de su posición y cargo, era invitado. Por aquella época se llamaba “pollas” a las mujeres (como hoy se les llama “tías”) por lo que, con mucho de cachondeo, cuando preguntaban por don Gil en alguna de esas fiestas, se solía contestar: “Sí, ha venido don Gil y pollas”, refiriéndose a las damitas. Los madrileños catalogaron finalmente ese comportamiento de don Gil de algo tonto, necio (a las pollas en cuestión no le hacía caso ningún “pollo-pera”) por lo que inventaron el vocablo gilipollas.
   Otra versión, mucho más creíble por mejor documentada, cuenta todo lo contrario en lo que a las damas se refiere, es decir, que las hijas en cuestión eran muy atractivas, resultado de la mezcla del carácter de su madre y un poco de coqueteo y simpatía y que su padre, don Gil, las exhibía por todas las celebraciones a las que iba invitado, comportamiento que el pueblo de Madrid catalogó igualmente de tonto y dio lugar a la misma palabra.
   Hay además, relacionado con las pollitas en cuestión, una anécdota curiosa. El rey Felipe III promulgó en 1637 una Pragmática que fue un bombazo en Madrid, aunque todo el mundo sospechaba que era obra de la reina Margarita, muy católica y guardiana de la moral y buenas costumbres. La ley prohibía a las mujeres el uso del guardainfante, tontillo o faldellín (armazón hecho con aros que servía para ahuecar la falda) por supuesta incitación al pecado; también se prohibía también que las señoras llevaran verdugados que no era otra cosa que el equivalente a lo que llamamos cancán para debajo de la falda; y finalmente la prohibición más graciosa de todas: ninguna dama podía llevar jubones descotados (ni jubones, ni cuerpo del vestido, claro), a excepción de aquellas mujeres que vivían de su cuerpo. Ese mismísimo día, las tres jovencitas, adoctrinadas por su madre, se vistieron alegremente, correteando de un lado a otro, lanzando múltiples carcajadas. Salieron de casa, acompañadas de su madre y montaron en su carroza que las llevaría como de costumbre al salón del Prado. Iban ataviadas con todo lo que prohibía el mandato real: guardainfantes, verdugadas, escotes… en el paseo recogieron todas las miradas, de hombres y mujeres y parece ser que hasta aplausos y vítores recibieron cuando las tres señoritas se bajaron del coche con todo desparpajo. Pero claro, semejante provocación fue un escándalo y pronto llegó un corchete a prenderlas. Todo estaba previsto por la insigne mamá. Nada más ver al guardia, las tres hicieron un movimiento rápido, se recogieron la falda tirando de los guardainfantes dejando bien a la vista los verdugados y se subieron a la carroza cuyo cochero estaba también preparado para la huida rápida. El padre, don Gil, ejerciendo inflexiblemente su autoridad y la prerrogativa que le daba su cargo castigo impuso a las desdichadas jovencitas un castigo alternativo al que preveía la ley: en adelante tuvieron que ir vestidas con hábitos monjiles (concretamente de mercedarias) con un cartel en el pecho en el que se disculpaban por su comportamiento. Poco sirvió que doña Leonor protestara y más ante las amenazas de su marido de obligarla a ella también a usar tales vestiduras. Por concluir con la anécdota, doña Fabiana se casó con un hidalgo muy rico, doña Feliciana se casó con el embajador de Mantua y doña Isabel se quedó soltera y decidió profesar en un convento.

agillipollado, da.
1. adj. vulg. Alelado, atontado.

gillipollas.
1. adj. vulg. gilí. (Tonto, lelo.) U. t. c. s.

gillipollez.
1. f. vulg. Dicho o hecho propios de un gilipollas.

1 comentario:

  1. Según la Fastiginia de Tomé Pinheiro da Veiga, las hijas de Gilimón de la Mota eran bellas, pero tal vez excesivamente coquetas

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